El TDAH es igual para ambos sexos. Niños y niñas comparten la misma morfología cerebral. Los síntomas de desatención, hiperactividad e impulsividad son los mismos para los ambos géneros pero la manifestación de los síntomas en las niñas es muy distinta de la de los niños, ya que ellas se muestran menos impulsivas y disruptivas en la niñez.

Es evidente que cada vez más niños varones obtienen un diagnóstico de TDAH. Sin embargo, las niñas no, porque en ellas los síntomas suelen pasar desapercibidos, y por tanto no tienen ni el diagnóstico ni el tratamiento adecuado. Por ello es importante reconocer cómo se presenta el TDAH en ellas. Para que las niñas con TDAH no sean mujeres adultas sin diagnosticar que arrastren durante toda su vida unos síntomas que no comprenden, que las estigmatizan y a los que no saben qué nombre poner ni cómo gestionar.

Se estima que en la niñez hay una prevalencia de TDAH mayor en niños varones, en una proporción de 3 a 1 respecto a las niñas. Sin embargo, con la llegada de la adolescencia, estas diferencias se suavizan y en la edad adulta la proporción prácticamente se iguala. Lo que significa que tal vez no sea un problema que se dé más en ellos que en ellas, puede que simplemente la diferencia en estas cifras se deba en gran parte a que durante el periodo escolar los niños son diagnosticados en mayor medida que las niñas. Y esto se debe a la dificultad para reconocer a tiempo los síntomas en ellas.

Durante décadas el diagnóstico era principalmente para los niños hiperactivos, quedando muchas niñas en el limbo del infradiagnóstico. Si bien actualmente ellas son diagnosticadas, lo son en un porcentaje mucho menor y a una edad más tardía. Muchas inclusos cuando son madres y se reconocen en los síntomas de sus hijos con TDAH.  Al fin y al cabo es un trastorno neurobiológico heredable.

Una de las causas principales de estas diferencias en el diagnóstico es el subtipo que afecta a cada uno de los sexos. Como bien sabemos, los subtipos del TDAH son tres: con predominio inatento, hiperactivo-impulsivo y combinado.

 Los niños suelen presentar el subtipo combinado en un 80 % de los casos. Este subtipo se caracteriza por altas dosis de impulsividad e hiperactividad, lo que implica que sus síntomas son muy llamativos y visibles a simple vista. Son más molestos y disruptivos. Además, muestran con más frecuencia problemas de conducta y trastornos del aprendizaje comórbidos. Es decir, son niños muy movidos, que no se están quietos en clase y que hacen que salten rápidamente las alarmas.

Sin embargo, las niñas suelen tener el subtipo inatento, que se caracteriza ante todo por dificultades de planificación, organización y atención al detalle. Son niñas que suelen incurrir en múltiples errores por descuido, a menudo pierden o extravían sus objetos, se distraen con facilidad y tienen problemas para seguir instrucciones y completar tareas. Los signos de inatención no destacan y no hacen que salten las alarmas. Las niñas pueden estar distraídas pero no molestan. Están quietas en clase y en casa, por lo que pasan totalmente desapercibidas.

Si a esto le sumamos que las niñas suelen tener mejores habilidades lectoras, mayor participación social y mejor rendimiento académico, es aún más difícil pensar que algo no va bien. Y cuando el entorno es consciente de que algo ocurre, los síntomas suelen confundirse con un trastorno del estado de ánimo. O de las hormonas.

Por otro lado, las niñas utilizan como mecanismos de defensa estrategias que les permiten seguir adelante, como realizar sobreesfuerzos para mantener altas calificaciones y hacer lo imposible por encajar en su entorno, enmascarando, no solo los síntomas durante una parte importante de sus vidas, sino también, distintos problemas que pueden llegar a presentar en el ámbito académico, social, laboral así como en las relaciones familiares o de pareja.

Frente a la falta o el retraso de un diagnóstico y tratamiento del TDAH, en las niñas aumentan las probabilidades de sufrir otros problemas derivados de la ocultación de sus síntomas como la ansiedad y la depresión, el riesgo de autolesiones e intentos de suicidio, siendo de cuatro a cinco veces mayor que el de las niñas sin el trastorno. Esto implica que sean mal diagnosticadas y tratadas con fármacos contra la ansiedad o la depresión cuando el problema es otro bien distinto. Hasta tal punto que el diagnóstico más común de una mujer antes de recibir el del TDAH es el de trastornos emocionales.

No hay duda de que el diagnóstico incluye varios regalos. En primer lugar, encontrar respuestas y dar sentido a los problemas con los que las niñas se han peleado durante su vida. En segundo lugar, tener las herramientas para gestionarlo. Y en tercer lugar la autoaceptación y la posibilidad de elegir entornos donde se reconozca su potencial y se apoyen las diferencias.

En definitiva, el diagnóstico a tiempo del TDAH es el paso inicial para que ellas reviertan su proceso vital ya que les ofrece una explicación neurobiológica de por qué las cosas son tan difíciles y les aporte las herramientas para ser dueñas de su neurodivergencia.

Marta Martín